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Cambio climático y salud. Ideas para después de Copenhague

por SESA
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Artículo redactado por José Vte. Martí Boscà, Presidente de la Sociedad Española de Sanidad Ambiental, y publicado en la revista e-ras:

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, celebrada en Copenhague los días 5 a 19 del pasado mes de diciembre,no parece, pese a las complacencias institucionales, que sea suficiente para frenar el cambio climático. Tendremos que seguir trabajando, nos va en ello la salud.

Como afirmación básica de esta exposición, mantendremos la del organismo científico de referencia, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), que en su Informe de Síntesis de 2007 afirmó: “el calentamiento del sistema climático es inequívoco como evidencian ya los aumentos observados del promedio mundial de la temperatura del aire y del océano, el deshielo generalizado de nieves y hielos, y el aumento del promedio mundial del nivel del mar”. Por ello, al especificar el impacto del calentamiento global en la salud humana para el siglo presente, el IPCC prevé una afectación de millones de personas al agravar la malnutrición, por los efectos sobre el agua, los cultivos y la conservación de alimentos, así como el número de muertes, enfermedades y lesiones por los fenómenos meteorológicos; con la acentuación de las enfermedades diarreicas; el crecimiento de la frecuencia de enfermedades cardiorrespiratorias debido al aumento de las concentraciones del ozono áreas urbanas y la alteración de la distribución espacial de ciertas enfermedades infecciosas relacionadas con el calentamiento global.

El IPCC, al especificar el impacto del cambio climático por regiones mundiales, confirma que las posibles ventajas para la salud en áreas templadas, con disminución de la mortalidad humana por una menor exposición al frío, afectarán poco a nuestro país, ya que su previsión para el sur de Europa concreta que el cambio climático agravará las condiciones existentes de altas temperaturas y sequías y reducirá la disponibilidad de agua y la productividad de los cultivos, afectando a otros aspectos esenciales para nosotros, como el potencial hidroeléctrico y el turismo estival. Además, el cambio climático agravaría en toda Europa los riesgos para la salud por efecto de las olas de calor, especialmente entre los ancianos, los enfermos crónicos, los niños pequeños y las personas socialmente aisladas, y la frecuencia de incendios incontrolados.

Dos son las acciones básicas que propone el IPCC para enfrentarnos al cambio climático: la mitigación o reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y la adaptación de los sistemas a protegerse de sus efectos. Es evidente que la mitigación tiene un carácter mundial, ya que las emisiones van a la atmósfera común, mientras que la adaptación puede realizarse en el ámbito regional y local, incluso sociedades con una alta capacidad adaptativa son, pese a ello, vulnerables al cambio climático, a la variabilidad y a los extremos climáticos, como ejemplariza el IPCC con la ola de calor del verano de 2003 en varias ciudades europeas. Tampoco dentro de cada sociedad, sus ciudadanos van a tener la misma afectación. Por todo ello, en el sector salud es esencial disponer de amplias medidas de adaptación a los efectos concretos del cambio climático que puedan proteger la salud de sus ciudadanos.

De forma complementaria, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lleva algunos años trabajando sobre los efectos sanitarios del cambio climático. Así, el lema del Día Mundial de la Salud de 2008 tuvo el lema Proteger la salud frente al cambio climático, acompañado de una campaña generalizada sobre la gravedad de sus efectos para la salud humana y la necesaria inmediatez de las acciones protectoras. No es este un tema secundario para la OMS, ya que, siendo el calentamiento global un problema mundial, no todas las poblaciones ni países sufrirán por igual sus efectos: las comunidades más pobres, y por ello con mayor debilidad en sus sistemas sociales y sanitarios, padecerán las peores consecuencias.

En la misma línea, la OMS anota varios grupos de efectos que actúan de forma directa sobre la salud: carestía de alimentos, meteorología extrema (grandes lluvias, inundaciones o huracanes), escasez de agua, olas de calor e islas de calor urbanas (incluyendo episodios frío intenso, que no contradicen el calentamiento global), modificación de los niveles y la distribución estacional de partículas aéreas naturales y enfermedades transmitidas por el agua y por vectores trasmisores de infecciones, algunas de las cuales están entre las principales causas de la mortalidad mundial: la diarrea, el paludismo y la malnutrición.

En consecuencia, el programa de actividades de la OMS relativas al cambio climático y la salud tiene los siguientes ejes:

  • Promover la toma de conciencia del problema
  • Fortalecimiento de los sistemas de salud para afrontar las amenazas
  • Establecimiento de alianzas con otras organizaciones
  • Generar datos probatorios científicos e información para la acción.

El IPCC propone, para el sector salud, medidas de adaptación generales: planes de acción calor-salud, servicios médicos de emergencia, mejora de la vigilancia y control de las enfermedades sensibles al clima, agua salubre y mejora de los saneamientos, implican en nuestro ámbito una mayor concreción, que debe partir de la evaluación del efecto del cambio climático en la salud, teniendo en cuenta las proyecciones de la estructura demográfica en nuestro país y la influencia de otros sectores, bajo los distintos escenarios de cambio climático:

  1. Sistemas de vigilancia de las temperaturas extremas, integrados en la vigilancia en salud pública.
  2. Vigilancia de las condiciones ambientales de los centros sociosanitarios en los que se instucionaliza a la población en riesgo frente a las temperaturas extremas.
  3. Políticas de ahorro y reutilización del agua.
  4. Cartografía de vectores transmisores de enfermedades infecciosas.
  5. Vigilancia epidemiológica de las enfermedades infecciosas transmitidas por vectores.
  6. Vigilancia microbiológica, completa y conectada en tiempo real con la vigilancia epidemiológica.
  7. Vigilancia sanitaria de la contaminación por ozono, PM 2,5 y de la de contaminación polínica.
  8. Programas sanitarios ante los desastres naturales y colaboración sanitaria en programas de los servicios de protección civil.
  9. Información de riesgos y medidas preventivas a los ciudadanos.
  10. Formación complementaria a los profesionales sociosanitarios.

Con todo, y siendo esenciales las medidas de adaptación en el sector salud, hemos de volver a la mitigación de los gases de efecto invernadero por varios motivos. El primero es la importancia del sector sanitario y su contexto (consumo energético, transporte relacionado, residuos,…) como elemento generador del cambio climático, lo que se puede medir mediante la huella de carbono de las instituciones sanitarias. El segundo, la previsible mejora de los indicadores de salud de la población a corto plazo atribuibles a las actuaciones de mitigación, al disminuir la contaminación atmosférica y el transporte más contaminante. En tercer lugar, aunque no es menos importante, la especial sensibilidad de los profesionales sanitarios y su capacidad de liderazgo social ante los problemas de salud ambiental.

En este último sentido, hay que reseñar varios ejemplos: la elaboración por la OMS de las Diez acciones sugeridas a los profesionales de la salud, documento de gran interés; la Declaración de Delhi de la Asociación Médica Mundial sobre Salud y Cambio Climático, adoptada por su Asamblea General, celebrada en octubre pasado en Nueva Delhi y la dinámica actuación Receta para un Planeta Saludable, iniciativa conjunta de varias organizaciones internacionales (Health and Environment Alliance, Health Care Without Harm y Climate and Health Council), que ha recogido adhesiones de organismos y profesionales sanitarios de más de 120 países para sus cuatro objetivos básicos frente al cambio climático: protección de la salud pública, transición hacia la energía limpia, reducción de las emisiones y financiación mundial de los países en desarrollo para que puedan reducir sus emisiones, aunque su meta era la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, celebrada en Copenhague, los días 5 a 19 del pasado mes de diciembre y, que a pesar del acuerdo del día 18, que toma nombre de esa ciudad, no parece, pese a las complacencias institucionales, que sea suficiente para frenar el cambio climático. Tendremos que seguir trabajando, nos va en ellos la salud.

Más información:
http://www.opinionras.com/

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